27/2/07




EL ESTATUTO DEL UTOPISTA


Para no incomodar, para no llamar la atención, con el afán de evitar sobresalir, en función de lograr un equilibrado entendimiento, a partir de la idea de impedirme sembrar el pánico, con la mejor voluntad de convertirme en discreción, a través de los más imperceptibles medios, en tren de viajar en la incógnita clase del último vagón, a favor de todas las medidas contemporizadoras, bajo el mandato de la máxima expresión de la humildad, de un segundo para otro y a plena luz del infierno me acurruco en este rincón abandonado del mundo para ponerle fin a esta elusión y detonarme, abrirme a los aires regando el cielo oculto de todos los sueños con la tensión arrolladora de mis átomos infinitos, fumigar el inerte paisaje con la velocidad cúbica de mi efecto transparente, fertilizar las hondas trampas geográficas donde moran los sobrevivientes del congelamiento, transformar la orgullosa magia del poder de la materia en rendición incondicional.


Por fin me detengo sin espiar, apenas maniatado por un dolor imaginario, incapaz de mirar atrás por el terror de regresar, sin lugar a dudas me asfixian de esperanza los resultados concluyentes, siento hervir el suero de los aturdidos culpables, presumo que el error inconfundible de todos los pasados ha mutado en una virtuosa estampida de iluminados en busca del temblor irreversible.