Amores
que supieron ganarse un sabor a salsa diabólica, cocidos lentamente por las brasas
dialécticas de los epítetos montados. Intempestivos en la festividad de sus furias
corporales, indisciplinados en sus pasantías intelectuales como parodia. Amores
que fueron el todo por la nada, el
tintineo de lentejuelas interiores y las hormigas de cristal entre los sesos
del sexo. Luego la saciedad como cruel intrusa, el breve vuelo de
los sueños estrellados tras el despegue. El
amor que intenta ser salvado trepando sus sábanas enjabonadas, una y otra vez, porfiando
la demolición de su perecedero refugio. El amor que se ha guarecido bajo un
confortable paraguas pero desde el complot del cielo no llueve agua sino granizos
de fuego.
1 comentario:
Al fin de cuentas, entre lo que salva y abisma, siempre hay los meteoros y el fuego.
Bello texto, vertiginoso en sus nudos y huecos.
Abrazos!
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